lunes, 27 de septiembre de 2010

A mi niño interno

De repente es muy grato aprender a regresar en nuestros pasos, no sólo por rectificar nuestro camino, también para poder olvidarnos del "si hubiese".

Para perdonarnos y reencontrarnos con nuestro yo inocente, con el yo más divertido y que vive el aquí y el ahora.

Nuestro yo que es clemente, indulgente y no entiende de rencores, nuestro niño interno, que como todo buen niño merece saberse amado, merece sentir un abrazo y la protección que nuestro adulto responsable pueda brindarle.

Mi niño interno, esto es para ti, para que perdones a este adulto en ocasiones gruñón, en ocasiones tonto, a veces ciego y ensimismado en buscar solucionar los problemas de su vida adulta. Te he descuidado más nunca te he olvidado. Hoy vengo a ti reconociendo mi imperfección y brindándote mi agradecimiento eterno porque afortunadamente aún no perdí en su totalidad mi capacidad de asombro.


Hoy regreso a ti.

2 comentarios:

  1. este post me ha encantado.
    creo que a veces nos juzgamos muy duramente (al menos yo)
    luego me arrepiento de no ser tan valiente
    y de echarle la culpa a lo cobarde que yo era de niña
    llorando por todo y por nada


    creo que uno tiene cierta esencia


    abrazo moustruoso
    :D

    ResponderEliminar
  2. Sí, esa esencia no se pierde, pretendemos hacerla a un lado, la resguardamos y a veces hasta nos olvidamos pero está ahí, esperando.

    Recuperarla ayuda a nuestro autoperdón, es gratificante saber que podemos regresar nuestros pasos y redirigir el rumbo.

    Mil gracias por leerme, un abrazo enorme para ti.

    ResponderEliminar